Ser madre

Cuando hablo con otras madres (de las más variadas edades), coinciden conmigo en que no sabes lo que es la maternidad hasta que la vives (lo mismo con la paternidad. No obstante, voy a centrar la reflexión en la maternidad porque es lo que vivo yo).

Antes de serlo, todas tenemos nuestras ideas de lo que puede suponer ser madre; incluso a veces opinamos sobre la crianza o nos imaginamos cómo actuaríamos en situaciones que vemos vivir a amigas que han tenido hijos. Sin embargo, empiezas a entender todo esto de una manera diferente cuando de verdad tienes un ser humano que depende de ti y te planteas cómo ayudar a ese bebé a desarrollarse como persona.

Cuando me paro a pensar en qué consiste ser madre, me vienen muchas cosas a la cabeza, pero al mismo tiempo me resulta difícil poner palabras a lo que vivo. Y no porque no se pueda hablar de ello o no se pueda compartir la experiencia, sino porque “vivir esas palabras” te lleva a entenderlas de otra manera más profunda. A esto me refería al decir que tenías que vivirlo para entenderlo (no racionalmente, sino vitalmente, desde dentro).

Con todo, me parece bonito celebrar el día de la madre poniendo palabras a algunos aspectos de lo que para mí está significando la maternidad. No es una reflexión concienzuda, sino el intento de compartir una experiencia. Os lo dedico a todas las madres, con un agradecimiento especial a aquellas con las que puedo compartirlo más de cerca.

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SER MADRE

Ser madre es una realidad nunca acabada. Siempre estás aprendiendo a serlo, creciendo en tu maternidad. Aprendes a ser madre siéndolo, tomando decisiones, enfrentándote a la crianza, a lo bonito y a lo complejo, a tus fortalezas y debilidades… No hay una receta ni un punto de llegada.

Y es que ser madre es una relación. Por eso es algo continuo. No se es madre de manera abstracta o etérea. Lo eres de un niño concreto (o de varios). Eres madre de alguien, y tu hijo es quien da contenido a tu definición de maternidad. No serías la madre que eres sin él.

Ser madre es entrar en el terreno de la incondicionalidad pura, a pesar de que intentes educar a tu hijo en la reciprocidad. Lo quieres antes de conocerlo; lo cuidas cuidándote a ti misma, cuando aún no ha nacido; estás dispuesta a hacer sacrificios por él y tomas decisiones buenas para él, aun sabiendo que a veces no las entiende o no las valora. Hay un amor más grande que tú misma, que no sabes muy bien ni cómo es posible que se haya instalado en ti tan pronto, aun antes de ver los ojitos de tu bebé.

Por tratarse de una experiencia que tiene el amor en la base, ser madre te hace más capaz de disfrutar de todo en la vida, pero también de sufrir más. Te ayuda a vivir a fondo cada cosa que pasa, lo bueno y lo malo, y entender que ambos son parte de la vida.

Ser madre es recuperar la admiración por las cosas sencillas aprendiéndola de tu hijo (sobre todo cuando es pequeño). Es entender que el meollo de la vida sucede en lo cotidiano y que es ahí donde estás llamada a entregarte, a crecer y a ser feliz.

Ser madre es volverse funambulista, estar constantemente haciendo equilibrios. Algunos tienen lugar de cara al propio niño (autonomía-dependencia; permisividad-límites; cariño-firmeza…), otros, de cara a ti misma (familia-trabajo; compromiso-descanso; hijo-pareja…). Uno de los que más nos cuestan es compaginar el compromiso hacia nuestro hijo con el cuidado de nosotras mismas. Cuando estamos con nuestros pequeños, somos felices, pero tenemos momentos de desear sosiego y tiempo para nosotras. Cuando estamos sin ellos, tenemos ese espacio que necesitábamos, pero los echamos de menos. Desde fuera puede sonar absurdo, pero es una experiencia bastante compartida entre nosotras.

Ser madre es apostar por ser libre. Libre de los miles de opiniones que te rodean y que intentarán influir en tu crianza (que escucharás con educación y sopesarás, pero no puedes dejar que te agobien o que pretendan decidir por ti); libre de un perfeccionismo no sano, porque no te permite vivir las distintas facetas de tu vida con paz; libre de complejos, pero responsable y capaz de aprender de tus errores. No es que lo consigas siempre. Lo que intentas es apostar por serlo cada vez más.

Ser madre es volverte más resistente. Es sacar fuerzas de flaqueza cuando estás cansada, enferma o débil por el motivo que sea; es ser más resiliente. Paradójicamente, también es volverte más tierna. La que aprendes es la resistencia del amor, capaz de aguantar sin endurecerse.

Ser madre es desarrollar la intuición y aprender a reconocer los pequeños signos. No te vuelves necesariamente menos intelectual, pero aprendes a integrar la información que viene de distintos sitios y le das un valor especial a la que captas con el “sexto sentido”.

Ser madre es preguntarte muchas veces por tu identidad e intentar mantenerla. Seguir siendo quien eres, con tus amistades, gustos y preferencias, pero con una nueva dimensión en tu vida que permea todas las demás y que nunca puedes dejar a un lado: ser la madre de tu hijo. Te das cuenta de que todas tus facetas se enriquecen entre sí, y que ser madre no te resta, sino que te suma a todas las demás.

Ser madre es un reto, pero ante todo es un regalo maravilloso: hacer de alguien una persona plena, libre, capaz de amar y entregarse, de responsabilizarse de su propia vida, disfrutar de ella y gestionar las cosas complicadas. Las madres a menudo ponemos de relieve el esfuerzo que nos cuesta la maternidad, los sacrificios que tenemos que hacer o el tiempo que tenemos que dedicar. Sin embargo, os garantizo que, para la mayoría de nosotras, es mucho mayor la convicción de que eso que tenemos entre manos, que son personas, es el regalo más grande que se nos podía haber dado. Como creyente, además, siento que es el don que Dios me hace de participar de su creación y de su misión salvadora. Porque lo que hacemos es crear una nueva vida e impulsarla para que sea ella misma. Me cuesta imaginar algo más hermoso que eso, aunque también sea tan costoso.

Habría mil cosas más que decir; cada una diríamos las nuestras y seguramente coincidiríamos en bastantes. Os invito a pensarlas; es bonito celebrar nuestro día desde el agradecimiento por lo que la maternidad ha supuesto en nuestras vidas y en aquellos que nos rodean. En el fondo, se trata de agrandar el corazón y participar desde dentro del misterio de la vida.

A vosotras, madres, feliz día.

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